martes, 29 de julio de 2014

Llevaba una camisa de cuadros.

Me encantaría decirte que paso de tu culo, de tus gestos y de tus miradas. Que paso de tu risa, de tus tonterías, de lo poco que te importo y de lo mucho que te importan otras. Paso de mirar el móvil cada cinco minutos. Paso de no poder contener la mirada. Paso de recordar lo que se ha pasado, y desear que vuelva ha pasar.Paso absolutamente de tu culo.

Creía  en las casualidades, ya que todo lo que planeaba no salía nunca bien. Se sentía rara, si no se derretía por sus huesos. Y todos los chicos que quiso eran terriblemente tóxicos. O simplemente, se hacía más vulnerable si soñaba despierta.

Aquel día decidió a salir a caminar, quería que su cabeza se centrase de una vez. Llegó a la playa, se sentó, y deseó por completo respirar de seguido.  Su lágrimas aparecieron como por arte de magia, odiaba llorar aunque lo hacía muy a menudo.

Cerró sus parpados, y se puso a imaginar. Era una de las cosas que mejor hacía. Se sentía perdida, triste y un poco confusa. Sabía que tenía que salir de aquel bucle, tenía gente que la ayudaba pero tenía que poner de su parte. Mientras pensaba todo aquello. Sonó una guitarra y una voz se puso a cantar. Abrió los ojos al instante. Se dio la vuelta, y era él.

El chico de la taberna irlandesa.




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