lunes, 14 de julio de 2014

Chispas

Si te vas, no volveré.
Todas las acciones tienen causa y efecto. Todas las acciones tienen un desencadenante, como cuando la bomba explota en medio de tu ciudad arrasando todo a su paso. Tu fuiste mi bomba, sería bonito que fuese cierto. Pero no saltó la primera chispa, porque después de una masacre deseas que no vuelva a pasar.


Deseaba no amar a nadie más. Había amado en una noche, y le habían roto el corazón a la mañana siguiente. Y ahora mojada, estaba viendo fotos de la última persona que le imanto su brújula. Deseaba pensar que todo esto pasaría, sin embargo se mentía como cuando eres pequeño y deseas creer en los Reyes Magos, Papá Noel o el ratoncito Perez. Y como de costumbre comenzó ahogar sus penas en café de cualquier bar donde tenga un periódico decente.

Era triste, pero más triste llorar por algo que nunca sucedió. Y en ese momento se le escapaba un curiosa lagrimita por su pequeño rostro que llegaba hasta su boca. Era un cumulo de circunstancias que le explotó en la cara, el día que despertó en aquella carretera.

En ese instante, apareció ella. Le dió un abrazo, un beso. Y se fueron de ese pueblo de calles de piedra. Tras una hora en el coche, llegaron a casa de Sofía. Vivía en un edificio viejo en el cuarto piso. Allí compartía su vida con un gato llamado Chispas. El único que se extrañaba si no llegaba a casa.
Estaba subiendo por las escaleras, y escuchaba sus maullidos. Y ella entendía lo que decían.

Abrió la puerta, lo abrazo y se quedo sentada detrás de ella con él en sus brazos esperando que pasase algo inaudito. Entonces sonó el timbre




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