domingo, 29 de junio de 2014

Estrellas blancas

Las cuestiones de óptica son muy confusas, hasta llegar al punto de que el color rojo es el reflejo de todos los colores espeto él. Todo es relativo, como en el instante que me dijiste que no podíamos volver a caminar de la mano cuando fuese otoño.  Mi mirada se perdió en el mar donde alguna vez soñamos ser libres. La cuestión de soñar sueños imposibles, es que nunca llegarán a cumplirse; y lo peor de eso, es que tú en el fondo deseas que sean ciertos.

La carretera se hacía cada vez más pequeña. Y sin entender el porqué, se sentía segura a su lado, sería por su voz o por aquellos ojos verdes que te mostraban todo lo ella respetaba. Le agarró la mano a la vez, que el cambio de marcha. Le dijo todo irá bien. Ella se eche a llorar al instante.

Después de dos horas, llega a un pueblo en medio de las montañas. Buscaron un sitio donde hospedarse, a continuación se perdieron por las calles de piedra, hablando de lo que realmente les preocupaba a las dos. Ella, Sofía, le explicaba que no entendía como podía a ver llegada a un lugar sin entender por el cómo. Su amiga le contestaba que hacía más de una tres días que no sabían de ella, nadie absolutamente nadie. La primera vez que pasó algo así, parecían que los relojes se habían parado y nada volvería a ser como antes. Pero, un día regresó con una sonrisa pequeña y tímida, de las que piden perdón por todo el daño que ha causado.

Cada vez, las desapariciones serán más habituales. Sin embargo, esta vez, sus recuerdos se habían marchado como las estrellas blancas de las noches anteriores llegando a dejarla sola del todo.
Su vida no conectaba, llegando a estar inmersa en una espinal donde parecía que nadie podía sacarla.

La luna salía, y ellas buscaron un bar para seguir hablando de un futuro incierto y sin colores bonitos. Pidieron dos cervezas, su amiga se comía la cerveza a cucharadas. Sofía reía, le hacía sentirse menos rara y con mas fuerza de entender lo que le pasaba. A partir de eso, todo llegaría.


lunes, 23 de junio de 2014

Lucis

Te contaría cuanto tiempo pierdo en recrear conversaciones que nunca pasarán, o cuanto tiempo pienso sacarte defecto, los nuncas nunca llegaron aunque siempre deseamos. Nuestra banda sonora alternada entre Pereza y canciones de jazz. Rara combinación, pero como nosotros dos. Pocas veces hablábamos sin tener varias copas en la mano, eso se debía a que eramos unos auténticos cobardes o por lo menos,yo. Cada vez que lo veía pasar a mi la lado, las rodillas me temblaban al son con mis manos.

Cuando le dijo la hora, el chico le guiñó el ojo. Y se salto esa sonrisa que te aparece con unos chicos guapos, olvidándose de todo lo demás. Susurró un gracias tan pequeñito que ni los ratones lo oyeron. El chico se subió en la moto, y se marcho. Al cabo de tres segundo, volvió en sí; salió corriendo tras él. Pero era demasiado tarde. Ya no lo podría alcanzar

Era absurdo que se parase para preguntarle la hora, sólo para eso, y no le preguntase que hacía allí descalza, con la cara de no haber dormido la noche anterior y desorientada. Sin embargo, lo absurdo era la nueva moda, y el chico no parecía no la siguiese.

Deseaba tanto llamar a alguien y pedir ayuda, no sólo por no saber donde estaba si no por todas las cosas que no contaba o que contaba tan en bajito que nadie escuchaba. Empezó a llorar, de tal modo que el cielo  siguió su trayecto. Eran esas tormentas de verano que llegan sin saber como y se van de la misma manera.

Empezó a correr lo más rápido posible para que las gotas no la tocasen, pero eso era imposible. Era otra estúpida decisión que desembocó en algo peor. Se cayó, dejándose las rodillas y las manos en la carretera.

Se sentó en medio de la carretera, dolorida y con el autoestima por los suelos. Sacó el teléfono, y llamó a la persona que siempre podía venía en su búsqueda. La que siempre la ayuda a levantarse pese a cualquier cosa. Esa pequeña luz que lo alumbraba todo.

Sólo dijo hola, y ella ya sabía lo que le pasaba. Salió de su casa perfecta con su vida perfecta, a buscar a su pequeño caos.



domingo, 22 de junio de 2014

Ya son las cinco de la tarde.

Habíamos cambiado el verbo estar por el verbo tener, pero no teníamos nada y aun menos estábamos juntos. Las calles mojadas se estrechaban, hasta tal punto que teníamos que caminar en fila india. Las cervezas se quedaban escasas, mientras el ron no paraba de llegar. No entendíamos nada, sin embargo tampoco esperábamos una respuesta. Las páginas seguían pasando y sin contar algo concreto, sin contar algo bonito.

Así llegó a la mitad del libro, estaba harta. No entendía la historia que el autor intentaba contar; debía seguir caminando para llegar a alguna parte. Respiró fuerte, muy fuerte. Y se decidió ponerse en camino, pero a los tres pasos, paró. Estaba cansada, total no sabía donde estaba, ni a donde llegaría.
Intentó recordar como había llegado a esa carretera, no hubo respuesta. Realmente no sabía que hacer.

Mientras miraba las nubes pasar, alguien la llamó por teléfono. En ese instante, se le escapó una sonrisa, alguien se preocupaba por ella. Miró al móvil, y al instante lo apagó, era una compañía telefónica que le intentaría venderle una nueva tarifa.

Comenzaba a estar mosqueada, en esta era de comunicación constante, porque nadie le preguntaba como había pasado la noche y  así la rescatarían de esa carretera infinita que no sabía a donde llegaba.

Empezó a golpear piedrecitas que encontraba por el camino con sus pies descalzos. Eso significaba una cosa, se ponía de camino para llegar a algún sitio. Después de caminar, un buen trayecto, le comenzaba a doler los pies.

Estaba hasta las narices; no sabía donde estaba, la carretera no terminaba, nadie pero nadie le hablaba (y ella demasiado orgullosa para hablar a alguien). Tenía ganas de chillar, así lo hizo, total estaba sola.

En ese instante una moto se paró. Era un chico bastante atractivo, se quitó el casco y lo único que le preguntó fue que hora era.


sábado, 21 de junio de 2014

A las tres de la tarde

Caminaba sin retorno, apagando las colillas en cedidas con sus pies descalzos. No sabía hacia donde mirar, ni a donde ir. Se sentía libre desde hacía mucho tiempo que no lo hacía, tanto que ya ni se acordaba de lo que no era recordar nada.

Se despertó en medio de la carretera con los zapatos en una mano y sosteniendo un libro que no conocía que historia contaba. Miró alrededor para intentar recordar algo de lo que había pasado. Todo le era familiar, como aquellos domingo en el río a las tres de la tarde con su familia y sus amigos. Esa felicidad absoluta, plena y sincera; volvía a ella. No entendía nada. Su largo vestido blanco, casi transparente y algo manchado por los acontecimientos de la noche anterior, bailaba al son del viento.
Por encima llevaba una americana algo grande, que cierta persona amable le había dejado sin esperar nada a cambio.

Intentaba llegar a alguna parte, pero no sabía bien por donde ir. Cerró los ojos, e intentó guiarse por sus sensaciones o presentimientos, lo que casi acabó consiguiendo fue una pierna rota por un coche a gasolina.

Se sentó en el borde de la carretera, a ver como la mañana llegaba ya a su fin. Miró al sol que en ese momento tanto la quemaba, intentó buscar sus gafas de sol en el bolso de mano. Obviamente no estaban. Miró su teléfono, y no tenía ninguna llamada perdida. Lo apagó, y tres minutos más tarde, lo volvió a mirar, pero seguía igual que antes. Ni un misero mensaje de alerta, de auxilio o de amenaza.

Nadie la reclamaba.

Se sentó a esperar, pero nadie se la rescataba. Así que respiró hondo, y salió a encontrar el camino que le llevase al lugar de vuelta. Ese lugar, a las tres de la tarde.

viernes, 20 de junio de 2014

Número uno.

Llegaron sin razón aparente,
Se fueron sin hacer mucho ruido.
Tus miradas, eran sueños de verano
Tus caricias, helados en febrero.

Caminabas sin referente
Te movías al viento

Suspirabas por algo nunca había existido.
Hablas sin contar tu verdadera historia
Me dabas la mano, por obligación.
Me mentías por compasión.

Te pisabas los cordones
Dormías en las estaciones

Nunca nos definimos
Nunca hablábamos de los dos
Nunca me dijiste que me querías
Y nunca besé con pasión.

Y por eso poco a poco

Se cambió el guión.