miércoles, 2 de mayo de 2012

Tu y mi historia.

Soñar es representar en la fantasía imágenes o sucesos mientras se duerme, o discurrir
fantásticamente, dar por cierto y seguro lo que no lo es.

Yo salía, tu entrabas. Nos miramos más de diez segundos a los ojos sin decir nada. Aunque sabíamos  lo que pasaba, eramos eternos imposibles. Y al final y al cabo, nunca llegaría a buen puerto.


Nuestras conversaciones parecían duraderas, como las lluvías de abril nunca terminarían.




Pero mentimos, se fueron disipando y llegó mayo.


Los años pasaron y nos fuimos alejando, cada vez un poquito más. Nuestros encuentro verbales eran anuales; yo te decía lo que me pasaba y tú me decías a quién amabas... y en ese instante las ilusiones volvían igual que las desgracías; las noches enveladas, los llantos y el pasado convertido en canción infantil. 

No sabíamos bien porque necesitaba sentir tu voz o seguía guardando aquella foto de los dos. Te daba igual que hubiese pasado, ese no ensondecer que te dije cuando pronunciaste las palabras mágicas o aquel bebé insperado.


Dejaste todo por las dos aunque todo después fue complicado. Alguna vez las historias de princesas, carruajes y perdices se cumplen.

Los sueños son extraños, amargos, terribles como un café solo. Sin embargo, con la cantidad exacta de azúcar lo llena de algo increíble.



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