miércoles, 26 de octubre de 2011

Blanco, azul, violeta.

El rosa había impuesto una guerra de colores, pero los únicos damnificados eran ellos mismos. El blanco se había pasado al beis, y el rojo dejó de existir, para no participar en algo sin sentido.
Las cosas no marchaban como debían; la verdad pocas veces marchaba bien. Siempre pasa algo, te ponías a llorar por un te quiero, una caricia o una simple discusión tonta. Nunca supe tratarte. Más bien eran tan difícil como atrapar un solo copo de nieve en pleno verano. Creo que ese era tu encanto. 

Veías todo triste y a la perfecto, como cuando fuimos aquel día en barca ¿te acuerdas? Empezó a llover y tu en vez de agobiarte y querer regresarte; comenzaste a reír tan fuerte que parecía que las gaviotas se asustaban de ti. Quisiste seguir navegando solo porque… la verdad es que nunca entendí porque quisiste seguir navegando.

Eras así, impredecible como el mar en el mes de otoño. Sonrisa dulce y aquel precioso pelo color caoba que se te enredaba tus finos dedos. Siempre sentí que estabas a mi lado, pero que nunca pudimos llegar querernos como podíamos o conocernos como debíamos.
Un día estábamos en el autobús, yo la miraba. Mis ojos demostraban realmente lo que sentía, locura por ella. Ella muy seria me dijo: “No quiero ser tu estado civil, sólo quiero tocarte la nariz para hacerte feliz”. En ese instante se cambió de sitio, lejos de mi. Me miraba y le salía una sonrisa de niña malévola.

Parecía perfecto sacado de una cuento con final feliz. Nunca había sentido como antes las mariposas en estomago y cada las sentía más dentro de mí. Y a medida que respiraban a mi mismo compás. Ella dejó de sonreír, y las lágrimas eran su visita diaria.
Cada vez que siento su perfumo revivo aquel día, se que tengo que seguir con mi vida pero lo veo tan complicado que a veces no sé dónde encontrar fuerzas.

Las noches eran mucho más complicadas que las mañanas, ya casi no dormía se enfrentaba con sus fantasmas del pasado, contratiempos del presente, problemas de dos que querían ser de uno y aquellos susurros que nunca quise entender. Ella no sabía cómo luchar con todo esto. Nunca la pude ayudar, ahora me doy cuenta. Sus suspiros eran llamas de alertas escondidas en el aire que salía de su interior; no lo interpreté, no lo supe interpretar y por eso ella no está conmigo.

Aquel 10 de noviembre, la vi, la besé y no supe más de ella. Querías dejar de existir, tu único remedio fue un billete de avión y un bote de pastillas. El billete era para mí y el bote para ella.
Aquel billete me llevo a encontrar a su hija de 3 años, ahora la pequeña es la que me causa una locura insostenible dentro de mí.
El rosa se dio por vencido, dejó de pensar en majaderías. Así tímidamente el violeta a pareció en escena, dando una visión a su pequeño mundo infantil.

1 comentario:

  1. Ya te lo había dicho pero quiero que quede constancia de ello jeje me gusta mucho el enfoque que le das a las historias pero en esta en especial la parte del principio y la utilización de los colores como camino

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