miércoles, 30 de junio de 2010

Sus últimos diez minutos

Abrio la ventana, tenía calor. Sospechaba que algo cambiaría y sonó la bocina. Volvio en sí. Todo lo que le podía pasar, transcurrirá paulatinamente al compás de tiempo.
Todo llegará me repetía una y otra vez. Todo con el tiempo se calmará, todo hasta el mayor dolor o la última decepción. Pero no podía parar de pensar, cuantas cosas malas le habían pasado. Su balanza del dolor y la felicidad se había destavilizado hacía demasiado tiempo. Sus lágrimas eran continuas y sus sonrisas estaban retenidas por los famosos fantasmas del pasado.Todo por sentir demasiado, por expresarse a su manera, por ser como ellos.
Encendió el ordenador, quería escribir algo, contar su historia. Subió el volumen de la música; era una canción que describía todo de ella y a la vez nada. Se le escurrió una de sus múltiples melancolías matutinas. Quizá este bien eso de irse, pensó. Empezó a buscar lugares donde irse, por Internet.

Desde pequeñita soñó con irse a Nueva York. La ciudad de las luces, donde todo puede ocurrir, donde olvidarse de todo, de empezar de cero. Abrió su cuenta de ahorros , volvió a la realidad, estaba a cero. Esas operaciones de papá, sospechó y se le escapó una sonrisa cautiva, pero estaba triste y débil. Rememoró todo lo que había sido para ella, su padre.

Aquel hombre con mirada perdida y siempre preocupado por los números, por la economía familiar, por su empresa y sobre todo por ella. Esos domingo en el parque de atracciones, antes de que la empresa quebrase, después de que su madre se hubiese ido para no volver.

Volvió a sonar la bocina, fuera, en la calle. Sospechaba que algo no marchaba bien. Salió a mirar por la ventana pero no vio nada, solo era un coche con ganas de descansar. Observó que había un mensaje en el contestador, lo oyó. El teléfono se le escurrió de las manos. Tiró las pastillas que iba a ingerir. Y empezó a llorar de felicidad y a chillar "Ya llegó, tengo que cambiar, por el, por mi".

El mensaje decía que... se le cumplía uno de sus sueños, el otro ya estaba en camino, ser madre.
Las sonrisas se empezaron a escapar de la cruel cárcel de la soledad y el pasado. Sus pequeñas y Sofía se prometieron no volver a estar así más. Por su primer hijo Alberto y por su nuevos estudios, como actriz.

Entonces Sofía escribió en la pared "Todo es cuestión de tiempo, solo hay que esperar para que pase algo bueno"

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