martes, 8 de febrero de 2011

La roca

Las gotas de lluvia simples, sinceras, dulces, tristes transpasaban su fina piel. La misma que tiempo atrás tocaba. Ella era la misma, la misma persona que cuando estaba triste lloraba o cuando estaba alegre, enfadada o asustada hacia lo mismo llorar. Era su método de defensa frió y mecánico. Como una máquina que se pone en funcionamiento con las primeras emociones. Odioba sentir tanto pero al contrario, su forma de ver el mundo le asombraba y la absorbía .

Todo los días venía algo diferente, deseaba el malestar en su cuerpo. Necesitaba sentir ese semblor en todo su cuerpo para estar más cerca de todo y más lejos de ella misma. Era extraño pero real. Su miedo a su ser pequeño, despiadado, desordenado y triste.

Las gotas la mojaban mientras caminaba por los bordillos de aquel extraño muelle. En una mano una carta apunto de destintarse, en la otra preciado ipod. Cerraba los ojos fuertemente y deseaba desaparecer, implosionar, dejar de existir, soñar, ser libre, vivir a su manera... todo menos lo que hacía. Llego al mar, sintió un despreciable y familiar estruendo en su interior. Dejo el ipod y la carta en una roca. Y saltó.

En la carta podía mil cosas bonitas y otras mil tristes, algo que le daba mucho que pensar y más que sufrir.

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