Una cuerda sostenía sus vidas, una construyéndose y otra a punto de cambiar. Todo estaba dando un gran cambio. Dentro de una semana, empezaría sus estudios deseados. Soñaba con recitar a Shakespeare o a Lorca, interpretar un Romeo en la piel de una mujer. Quería vivir demasiados cosas para una sola vida, y por eso amaba el teatro. Caminar por un escenario, sentirse importante, mientras todos la miran, poder cambiar la perspectiva de alguien o hacerlo sonreír.
En septiembre empezaría a vivir en Madrid, en el centro. En un viejo edifcio de su abuelo. Donde pasaba sus calurosos veranos. Ella pensaba que hacía en verano en la capital, donde el ostentoso calor le derretía el cerebro. Cada año, como un monótono y repetitivo vals, pasaba lo de siempre. La visita al Prado, una opera, un concierto de la sinfónica, un día de compras con su abuela... A ella no le gustaba esas cosas tenían un cierto polvo, ya encima. Su padre sabía que odiaba todo aquello, pero el necesitaba un tiempo para buscar nuevos negocios, para salir de ese mundo de deudas. Pero el verano de los dieciséis todo cambio, habían alquilado a una familia un de los apartamentos para sacar algo de dinero para su hijo. Y allí apareció su liberación, con pantalones pitillos, una camiseta de los Beatles y un gorro de paja. Aquel noche escucho un alboroto por las escaleras, risas, voces altas y un cierto olor parecido al despacho del director. Pasaron dos días con la misma situación y a la tercera, sucedió. Era las siete de la tarde, Sofía bajaba las escaleras para comprar un helado y despegarse de la fauces de su abuela. Se lo encontró de frente.
Hola, ¿tu era la nieta de los Turati?
Si
Pues da les las gracias, por alquilarnos el apartamento. No se encuentran piso en el centro a estos precios.
Se lo diré.
A por cierto me llamo Manuel, pero todos me llaman Manu.
Yo me llamo Sofía.
Pues encanto. ¿Me dejas hacerte una pregunta?
Si. (Se empezó a poner roja)
¿Estas sola? Osea sola, con tus abuelos?
Si
Y tienes amigos?
No. Mis abuelos no me dejan sola ni un minuto. Creen que como solo me ven en verano, no me pueden dejar soltar.
Perfecto. Esta noche te vienes conmigo. Te duermes pronto y salimos por la gran capital. (Había movido los dedos representando unas comillas en el verbo dormir)
¿Y ahora me compañas a por un helado? Así me cuentas tus planes por la noche.
Okey.
Así, fue como la pequeña niña inocente, conoció la libertada y la amistad más allá de los amigos de colegio. Ese verano empezó creció.
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