El rosa había impuesto una guerra de colores, pero los únicos damnificados eran ellos mismos. El blanco se había pasado al beis, y el rojo dejó de existir, para no participar en algo sin sentido.
Las cosas no marchaban como debían; la verdad pocas veces marchaba bien. Siempre pasa algo, te ponías a llorar por un te quiero, una caricia o una simple discusión tonta. Nunca supe tratarte. Más bien eran tan difícil como atrapar un solo copo de nieve en pleno verano. Creo que ese era tu encanto.