domingo, 14 de noviembre de 2010

Esperanza

Las cosas pasan siempre por algo bueno. Eso es lo que intentaba pensar Sofía, después de volver con los pies doloridos y los ojos llorosos. Se tumbaba en la cama y se quedaba dormida, sin pensar. Porque eso es lo que más odiaba de todo,pero era lo que más hacía. Cada día la barriga le pesaba más. Se sentía sin identidad. Como una sombra que nadie ve.
Hacía tres semanas que había mudado, y no tenía nadie con quien hablar. La gente de su clase, no se acercaban a ella por dos razones. La primera por Alberto, la segunda porque el teatro era una de las dos únicas que le hacía disfrutar por completo, por eso lo cuidaba, y le salí también.
Vivir en el edificio de sus abuelos, le hacía rememorar demasiadas cosas bonitas, se daba cuenta de lo muchos que los quería y de tantísimos que les echaba de menos.

Lo único que le sacaba una sonrisa y la tranquilizaba era ir al Retiro. Ver a la gente en las barquitas e imaginarse sus vidas.

Un día, mientras tenía la mirada perdida un chico le dijo: - ¿me puedes decir porque tienes los ojos tan bonitos?

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